En un susurro culinario, les contaré de aquel proceso que, si bien dora nuestros bocados hasta alcanzar la cúspide del placer crujiente, también es el alquimista oscuro que puede transmutar ingredientes inocuos en portadores de acrilamida. Esta sustancia, nacida en la penumbra de las cocinas cuando el calor es suficiente para hacer danzar los azúcares y los aminoácidos en una vorágine de reacción química conocida como Maillard, se nos revela como un invitado no deseado entre los pliegues dorados de…