Ah, el eterno dilema de la proporción entre la multitud hambrienta y la copia de canapés que aguardan su destino. No se trata solamente de cifras y algoritmos, sino de una suerte de danza entre el apetito y la cortesía, un ballet donde cada pirueta es un bocado, cada salto es un invitado y cada aplauso es un estómago satisfecho. Al adentrarnos en este pas de deux entre anfitrión y asistentes, la clave reside en contemplar la duración del evento,…