En la búsqueda de la alquimia perfecta para deleitar el paladar, se descubre un elixir dulce, uno cuyo flujo cremoso entra en simbiosis con la esencia tostada del café: la leche condensada. Esta amalgama no es un mero capricho de los dioses del sabor, sino una odisea gustativa que merece ser explorada en toda su complejidad y sutilidad. Al introducir este néctar espeso en las profundidades de una taza humeante, el café revela matices antes ocultos tras las cortinas del…