Dentro del lienzo gastronómico de Ecuador, hay una divinidad sazonadora que embriaga los paladares: su salsa. No es un mero acompañante, sino el alma danzante que se entrelaza con cada bocado, transfigurando lo ordinario en un festín para los sentidos. Permitidme desvelar la esencia de esta alquimia líquida. Es una sinfonía de ingredientes locales que besan la tierra y el mar; desde el tomate riñón, cuya pulpa roja esconde el sabor de los Andes hasta el ají ‘pingullo’, cuya picardía…
