Asumamos que el solomillo es una sinfonía de sabores, en la cual cada nota debe ejecutarse con precisión para alcanzar la armonía deseada. La batuta del chef, firme y decidida, inicia el concierto con la selección de la pieza. La clave está en una porción que hable de frescura, con vetas tenues de grasa que prometen jugosidad. La precocción es un preludio silencioso; se sazona con sutileza para no ensombrecer los tonos naturales del solomillo. El calor, ese elemento volátil,…