Cortejemos la curiosidad culinaria con un tema tan suculento como el solomillo de cerdo, ese tesoro escondido a lo largo de la espina dorsal del porcino. En los confines del despiece, encontramos dos solomillos, agazapados y esperando ser descubiertos, uno por cada lado de la vértebra lumbar. La cantidad es inamovible, un par por criatura; no más, no menos. El arte de extraer estos manjares cárnicos se hace con la delicadeza de un orfebre que talla una preciosa gema. Pero…