Adentrémonos en el reino de la alquimia culinaria, donde la precisión térmica es la varita mágica que transforma lo común en manjares extraordinarios. Cada ingrediente posee su propio código secreto, un número sagrado que desbloquea su esplendor y sabor. De este modo, nos convertimos en maestros del fuego y el hielo, alquimistas del sabor buscando siempre esa cifra cabalística que da vida a nuestros platos. Por ejemplo, consideremos el salmón, cuya textura sedosa y sabor se intensifican a una temperatura…